Escuela Sabática: 18 de Julio de 2009

lunes, 13 de julio de 2009


Andar en la Luz: Apartarse del pecado

Sábado 11 de julio


LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Juan 3:19; 8:12; Romanos 3:10-20; 1 Timoteo 1:15; 1 Juan 1:5 – 2:2.


PARA MEMORIZAR:
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

EN 1982 SE PUSO EN EXHIBICIÓN una obra poco usual de arte mo¬derno. Era una escopeta fijada a una silla. Se podía contemplar la obra de arte sentándose en la silla y mirando directamente al cañón de la escope¬ta. El problema era que el arma estaba cargada y conectada con un cronó¬metro para que se disparara en un momento no determinado dentro de los próximos cien años. Es sorpren-dente que haya habido gente haciendo fila para sentarse y mirar el paso de la bala, aunque ellos sabían que el arma podía dispararse en cualquier momento.

¡Qué manera de tentar la suerte!

Desgraciadamente, la gente hace lo mismo con el pecado, pensando que pue-den mirarlo fijamente a la cara y salir sin sufrir daño. Sin embargo, a diferencia de la escopeta, el pecado –a menos que se recurra a Cris¬to– definidamente los matará.

Esta semana, Juan considera el problema del pecado y su solución en Jesucris-to.

UN VISTAZO A LA SEMANA: ¿Qué quiere decir la Biblia cuando lla¬ma “luz” a Dios? ¿Qué clase de errores con respecto a la realidad del pe¬cado procuró tra-tar Juan en estos primeros versículos? ¿Qué promesas nos presenta Juan como el remedio para el pecado en nuestras vidas? ¿Por qué necesitamos esas pro-mesas?


Domingo 12 de julio
LA LUZ (1 Juan 1:5)

Lee 1 Juan 1:5. ¿Qué quiere decir Juan cuando afirma que “Dios es luz”? Después de todo, la luz es meramente un fenómeno físico, una forma de energía compuesta de fotones. ¿Qué quería decir Juan? Ver Salmo 27:1; 36:9; Mateo 4:16; Juan 3:19; 8:12; 12:46; 1 Timoteo 6:16.
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La Luz se usa con referencia tanto a Jesús como al Padre. La gloria de Dios es luz, y lo señala como aquel que trae la salvación. La imagen también enfatiza el concepto de verdad y revelación. Y, especialmente en nuestro contexto inme-diato, destaca sus cualidades morales de justicia, santidad y perfección (ver también 1 Juan 2:9).
¿Por qué Juan no se contenta con decir que Dios es “luz” sino que añade que en él “no hay ningunas tinieblas”?
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Al añadir esa frase, el apóstol subraya en los términos más fuertes posibles la perfección de Dios y su separación del pecado. Él no es com¬parable con los dioses griegos o romanos, en quienes supuestamente se encontrarían virtudes y vicios combinados. Dios es santidad pura, bondad pura, justicia pura. Él es, en un sentido, tan opuesto al pecado como la oscuridad lo es a la luz.

La mención de la oscuridad que hace Juan, entretanto, presenta un elemento nuevo, uno que establece el escenario para lo que sigue. Como seres caídos, sumergidos en el pecado, los seres humanos pertenecen por naturaleza al ám-bito de la oscuridad en vez de pertenecer a la esfera de la luz. Si Dios es luz y nosotros estamos en la oscuridad, el contraste entre nosotros y Dios, especial-mente en cuanto a santidad y justicia, no podría ser mayor.



Piensa en la oscuridad. ¿Qué clase de emociones, imágenes y pen¬samientos evoca en ti? Anota lo que pienses de la oscuridad, acerca de lo que repre-senta y acerca de cómo te hace sentir. ¿Por qué esta es una imagen muy apropiada para el pecado y la falta de santidad? Lleva tus respuestas a la clase el sábado.


Lunes 13 de julio
EL PROBLEMA DEL PECADO (1 Juan 1:6, 8, 10)

Primera de Juan 1:6 al 10 constituye una unidad. Después de su declaración principal acerca del carácter de Dios, Juan trata con algunas creencias que apa-rentemente circulaban entre los creyentes. Y él critica estas creencias.
Los cinco versículos comienzan más o menos del mismo modo; es decir, “si...” Sin embargo, notamos una diferencia marcada entre ellos.


¿Cuáles son algunas de las afirmaciones de las que trata Juan en los versícu-los 6, 8 y 10? ¿Qué declaraciones falsas se hacían, y qué tienen ellas en co-mún?
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La primera declaración analiza el compañerismo con Dios. La gente pretende tener comunión con Dios, pero en realidad camina en la oscu¬ridad, lo que sig-nifica que realmente no está caminando con Dios.

En contraste, andar (vers. 7) en la luz resulta en verdadera comu¬nión. Los que hacen esto son limpiados de sus pecados. Por lo tanto, el caminar en la oscuri-dad tiene que ver con vivir en el pecado. Vivir en el pecado y pretender tener comunión con Dios es, de acuerdo con Juan, una mentira.
Las siguientes dos afirmaciones, en los versículos 8 y 10, también es¬tán vincu-ladas con el pecado. Aunque Juan habla en contra de la práctica del pecado, él es muy claro acerca de la realidad del pecado en nuestras vidas. En el versículo 8 parece hacer frente a la creencia de que los seres humanos no son pecadores, una enseñanza que va en contra de la doctri¬na cristiana más básica.

¿Por qué la declaración de Juan en el versículo 10 es tan importante? ¿Cuá-les son las implicaciones de la idea de que “no hemos pecado”?
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Nota la progresión en estos versículos. En el versículo 6, la gente está mintien-do. En el versículo 8, se engaña a sí misma. En el versículo 10, hace que Dios aparezca como mentiroso. Obviamente, Juan comprende la realidad y seriedad del problema del pecado para la humanidad.


¿Cuán abierto y honesto eres contigo mismo con respecto a la realidad del pecado en tu propia vida? ¿Tiendes a ignorarlo, a justi¬ficarlo o a regañarte por causa de él? ¿Cuál debería ser tu actitud hacia tus propias luchas con el pecado, y qué puedes hacer a fin de cultivar la actitud correcta? ¿Cuál es la actitud correcta?


Martes 14 de julio
RESPUESTAS AL PROBLEMA DEL PECADO (1 Juan 1:7, 9; 2:2)

Es claro que en estos versículos Juan se está refiriendo a la seriedad del pecado. ¿De qué modo él comprende el pecado? En 1 Juan 3:4, lo iguala a la ilegalidad. De acuerdo con 1 Juan 5:17, el pecado es injusticia o mal hacer. Es un apartarse de la voluntad de Dios como se nos revela en las Escrituras. El pecado también es opuesto a la verdad. La persona que comete pecado se aparta de Dios, y esta alienación conduce a la muerte espiritual. Pecado, en singular, puede señalar a la separación del pecador de Dios; en el plural, pecados, puede señalar a los ac-tos pecaminosos. De cualquier manera que lo consideremos, una cosa es segu-ra: el pecado es real y, a menos que lo resolvamos, nos destruirá.

Hay promesas divinas en 1 Juan 1:7 y 9 con respecto a la solución del pro-blema del pecado. ¿Cuáles son estas promesas, y cómo podemos hacer que sean reales en nuestras propias vidas? ¿Cómo podemos expe¬rimentar por nosotros mismos lo que Dios nos está prometiendo aquí?
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El perdón de los pecados ha llegado a ser posible por causa de la muerte de Cristo en la cruz, el derramamiento de su sangre como sacrifi¬cio. Por cuanto hemos transgredido la Ley y por ello merecemos la muer¬te, él murió en nuestro lugar y nos ha liberado de la condenación eterna que nuestra transgresión nos acarrearía. Más aún, su sangre nos purifica de todo pecado.

Sin embargo, de nuestra parte, es necesaria la confesión de los peca¬dos. El tér-mino confesar, en 1 Juan 1:9, también puede significar admitir, reconocer. El texto no menciona a quién debemos confesar los pecados. Ciertamente se im-plica que a Dios, porque en la siguiente parte del ver-sículo escuchamos que, si se confiesan los pecados, Dios es fiel y justo, y nos perdonará nuestros pecados. Puede ser que la confesión de los peca¬dos incluya también la confesión pública ante aquellos a quienes hemos herido por medio de nuestros pecados; aun así, el perdón del pecado viene solamente de Dios.

Primera de Juan 1:9 también tiene la fuerza de una orden. Debería¬mos poner nuestros pecados delante de Dios, y él nos perdonará y nos purificará. Pecar nos hace culpables; necesitamos el perdón. El pecado nos contamina; necesita-mos purificación. Por medio de Jesús, Dios ha abierto el camino para que ten-gamos ambas cosas.

¿Qué áreas de tu vida podrías necesitar cambiar a fin de aprove¬char mejor estas promesas maravillosas? ¿Qué te retiene de elegir entregarle todos tus caminos pecaminosos a Dios?


Miércoles 15 de julio
EL BLANCO DEL CRISTIANO (1 Juan 2:1)

En 1 Juan 2:1, Juan nos llama a no pecar. ¿De qué modo debería¬mos com-prender esta amonestación?
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El llamado a no pecar está en el contexto de caminar en la luz, que fue introdu-cida con la afirmación de que Dios es luz. Si queremos vivir en comunión con él y con sus hijos, debemos andar en la luz, y andar en la luz significa renunciar al pecado (1 Juan 2:1).


Juan se dirige a los creyentes en una forma atenta e íntima, llamán¬dolos “hiji-tos”, y diciéndoles una razón para escribirles su carta: Ellos de¬ben renunciar al pecado completamente. Al hacerlo, no está sugiriendo que sea posible una exis-tencia completamente libre de pecado, sino que está suplicando a los cristianos que se aparten de cualquier acto específi¬co de pecado.


¿Por qué equilibra Juan su amonestación a no pecar con la frase “si alguno hubiere pecado”? Ver también 1 Reyes 8:46; Romanos 3:10-20; 1 Timoteo 1:15.
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La referencia al pecado aquí podría haber sido mal entendida en el sentido de que alguien podría pensar que el pecado no importa: “No pretendan estar sin pecado; de todos modos, ustedes son pecadores. Por lo tanto, vivan su vida y no se preocupen por el pecado”.

Por lo tanto, Juan tiene que equilibrar sus declaraciones acerca del pecado, y lo hace con 1 Juan 2:1. La meta de un discípulo de Cristo es no pecar. Los cristia-nos deben admitir que son pecadores; no obstante, deben procurar vivir sin pe-car.

Al mismo tiempo, Juan no quiere dar la idea de que podemos estar perfecta-mente sin pecado. Por lo tanto, junto con su amonestación con¬tra el pecar, dice: “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos...” Este es un claro reconocimien-to de la realidad del pecado en las vidas de los cristianos. Aun los cristianos consagrados y sinceros podrían cometer pe¬cados. Desgraciadamente, el pecar es siempre una posibilidad real para los miembros de la iglesia. Por lo tanto, necesitan ayuda. Necesitan que alguien los ayude a resistir la tentación, pero también necesitan alguien que intervenga en favor de ellos después de que hubieren pecado.


¿Cómo podemos aprender a vivir con la tensión de ser pecadores y, no obstante, ser amonestados –muy fuertemente en la Biblia– a no pecar?


Jueves 16 de julio
EL CONSUELO DE LOS CRISTIANOS (1 Juan 2:1, 2)

Primera de Juan 2:1 y 2 contienen declaraciones maravillosas que consuelan a los pecadores arrepentidos, y los llenan de esperanza y ánimo. A pesar del pe-cado y la culpa, y las horribles consecuencias que a menu¬do surgen de nuestros pecados, hay una solución. Juan ya ha mencionado el perdón y la purificación de los pecados. Ahora vuelve a este tema, diciendo que este perdón ha llegado a ser posible por medio de Jesús.

¿De qué modo? Primero, él es nuestro Abogado, y él intercede en nuestro fa-vor. Este Abogado se identifica como el Mesías (“Cristo”), y se dice que él es justo. La justicia fue atribuida a Dios el Padre en 1 Juan 1:9. En 1 Juan 2:1 se le atribuye al Hijo, y es por causa de su carácter justo que él puede interceder por nosotros.
Segundo, nuestro perdón está asegurado porque, por medio de su muer¬te co-mo sacrificio, Jesús produjo la propiciación, o expiación; esto significa que él pagó la penalidad por nuestros pecados. La deuda que nosotros de¬bíamos, la que nunca podríamos pagar, Jesús la pagó por nosotros.

Por lo tanto, Juan describe a Jesús como el Sacrificio y el Intercesor. En el con-texto del testimonio del Nuevo Testamento, esto implica que Jesús vivió entre nosotros una vida sin pecado, murió en la cruz, resucitó de los muertos y as-cendió al cielo, donde intercede en nuestro favor.

El término parákletos, traducido como abogado en 1 Juan 2, ha sido traducido de varias maneras; p. ej.: consolador, ayudador, abogado, media¬dor, o interce-sor (Ver Juan 14:16, 26; 15:26; 16:7; 1 Juan 2:1). Es una persona que es llamada a estar al lado de otra persona y ocupa el lugar de otra. Un parákletos puede ser una persona que ayuda a un amigo. En el Evangelio de Juan, el Espíritu Santo es el ayudador. En la Primera Epísto¬la de Juan, Jesús es el ayudador e interce-sor (1 Juan 2:1).

Cuando hablamos acerca de Jesús como nuestro Abogado y recibi¬mos gran consuelo en el hecho de que él es el instrumento que provee el perdón de nues-tros pecados, debemos ser cuidadosos de no dar la impre¬sión de que el Padre es malvado y severo, y que debe ser persuadido por un intermediario para que nos perdone. Tal cuadro de Dios es injustifica¬do. Él es quien envió a Jesús a nuestro favor (Juan 3:16). También, unos pocos versículos antes, se nos dice que él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos (1 Juan 1:9). Jesús no tiene que pacificar al Padre. Por el contrario, el Padre es quien ha revelado, por me-dio de Jesús, que él desea nuestra salvación.

Basados en lo que acabamos de leer, ¿de qué modo comprendes las mara-villosas promesas que se nos dan en 1 Juan 2:1 y 2? ¿Qué sig¬nifican en tér-minos de nuestro caminar diario con el Señor? ¿Cómo puedes hacer que esas promesas sean más reales en tu propia vida? ¿Qué cambios deberían producir esas promesas en tu experiencia?



Viernes 17 de julio

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee, en El camino a Cristo, “Para obte¬ner la paz interior”, pp. 36-41.

“‘Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pe-cados, y limpiarnos de toda maldad’. Las condiciones que debemos cumplir para obtener la misericordia de Dios son sencillas y razonables. El Señor no re-quiere que hagamos algo penoso para obtener perdón. No necesitamos hacer largas y cansadoras peregrinaciones o do¬lorosas penitencias para recomendar nuestras almas al Dios del cielo o para expiar nuestra transgresión.

El que ‘confiesa’ su pecado y ‘se aparta’ de él ‘alcanzará misericordia’ (Prov. 28:13). En los atrios celestiales, Cris¬to intercede por su iglesia, por aquellos en cuyo favor pa-gó el precio de la redención con su sangre. Los siglos y las edades no podrán disminuir la eficacia de su sacrificio expiatorio. Ni la vida ni la muerte, ni lo al-to ni lo bajo, pueden separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús, no porque nosotros estemos tan firmemente asidos de él, sino porque él nos sos-tiene fuertemente. Si nuestra salvación dependiera de nuestros pro¬pios esfuer-zos, no podríamos ser salvos; pero depende del que respalda todas sus prome-sas” (Los hechos de los apóstoles, p. 456).


PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. En la clase, lean lo que escribieron acerca de los pensamientos, las emo-ciones y las imágenes que la idea de “oscuridad” les produjo. ¿De qué modo eso los ayuda a comprender mejor no solo lo que significa ser im-pío y estar en pecado sino también lo que significa andar en la luz de Dios?
2. ¿Cómo podrías ayudar a los que están tan abrumados con sus peca¬dos y sus culpas que están listos a renunciar a Dios completamente? ¿Qué promesas y ánimo puedes ofrecerles? ¿Qué ejemplos de la Biblia puedes encontrar en los que Dios perdonó algún pecado muy terrible?
3. Algunas personas creen que tenemos que ser totalmente libres de todo pecado antes de poder ser salvados. ¿Cómo tratas esta creencia, sin dar, al mismo tiempo, la impresión de que el pecado no impor¬ta?
4. Alguien mató a la mayor parte de una familia de personas que no eran cristianas y que nunca profesaron fe en Jesús. Años más tar¬de, en su le-cho de muerte, el asesino confesó sus actos y aceptó a Cristo como su Salvador. ¿Cómo responderías a este comentario de un miembro so-breviviente de la familia?: “¿Así que, de acuerdo con ustedes, los cristia-nos, toda mi familia está destinada para el castigo final, mientras que la persona que los asesinó ahora tiene la promesa del cielo? ¿Es eso lo que enseña la religión de ustedes?”

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